Nuestra caminata o la “Ruta turística por Siloé” lleva 25 años caminando por las laderas – completamente gratis y sin fin de lucro. Es así, porque pensamos que la memoria no tiene precios y pertenece a su territorio. Últimamente se está construyendo varias apuestas para fomentar el turismo en Siloé, tanto desde afuera del barrio como desde adentro. La promesa que conlleva el turismo es que supuestamente trae el desarrollo, mejora la economía local, y por esto motiva a muchos emprendimientos. Nuestra ruta tiene como objetivo contar la historia del barrio y con este medio conservar la memoria oral, se les cuenta a las y los visitantes qué hay en el territorio y a sus propios habitantes. Por estos motivos preferimos llamar nuestra iniciativa Ruta de la Memoria y no hablamos más del turismo.
En esta página queremos visibilizar para un público más grande los sitios que se visita y los sucesos que ahí ocurrieron: Lugares emblemáticos del conflicto con el M-19, el Monumento en Contra de la Opresión, empotrado por estudiantes del IPC y Univalle en 1958 en el barrio Tierra Blanca, el Mirador “Yo amo a Siloé”, la Casa de las Vacas entre Siloé y Tierra Blanca, la Cascada que le dió el nombre a Siloé, y muchos lugares más.
Siempre ha existido el viaje; el viaje está estrechamente ligados a la historia de la humanidad. Sin embargo, los primeros viajeros no eran turistas en el verdadero sentido de la palabra, ya que, al principio de los viajes, los motivos principales eran el comercio, la religión, la educación, la exploración y la conquista, así como la pobreza, la huida y el desplazamiento.
Los primeros turistas fueron los jóvenes aristócratas europeos de los siglos XVII y XVIII que emprendieron viajes por Europa que no tenían un objetivo directo, sino viajaron por viajar, el viaje fue el fin es si mismo. El placer de viajar jugó un papel importante. El cambio del turismo en el siglo XIX se produjo con la invención del barco de vapor y el ferrocarril; se podía llegar a su destino de forma rápida, barata y segura. Esto aumentó la demanda de destinos turísticos. Las clases medias se convirtieron cada vez más en el público viajero. Los albergues y posadas medievales fueron sustituidos paulatinamente por establecimientos creados comercialmente y de pago para recibir, alojar y hospedar a los turistas: los primeros hoteles modernos.
La promesa del turismo es siempre la misma: ingresos para los sectores desfavorecidos de la población y desarrollo regional. Pero lo que surge de la coproducción entre la industria del turismo y otros actores de la globalización rara vez puede cumplir esta promesa. El turismo es la segunda industria más importante del mundo y en nuestro siglo fue engendrado conjuntamente por la cultura hippie, Hollywood y el ejército estadounidense.
Lo que todavía se considera una industria bienvenida en muchas regiones de América Latina se ha convertido ya en un problema en los centros turísticos del mundo globalizado. Ya sea en Barcelona (España) o en Venecia (Italia), el turismo se reconoce como un problema. En muchos centros turísticos de Europa, el eslogan marcial “Turista – ¡tú eres el terrorista!” puede verse en carteles o rociado en las paredes de las casas. Esto se debe a que el turismo enriquece a las agencias de viajes internacionales y deja tras de sí principalmente basura y problemas sociales como la prostitución y el aumento de los precios de la propiedad.
La situación de la vivienda se está deteriorando debido a los drásticos aumentos de los alquileres, los despidos y la demolición de las casas donde los inquilinos han vivido toda su vida. El número de camas de hotel aumenta, mientras que cada vez más personas se quedan sin hogar o tienen que mudarse.
Rara vez queda algo del beneficio para los residentes de los barrios o veredas, la mayoría de las veces el beneficio se lo llevan las agencias u personas ajenas del territorio que manejan el negocio.
La perspectiva de un pequeño ingreso desencadena conflictos internos, de modo que se destruyen las redes sociales y la cohesión.
El turismo hace que la región se especialice en los extranjeros y su oferta, que incluye la prostitución. Además, la educación es menos importante: no se necesita ningún título para trabajar en el sector turístico.
La cultura se pierde y en lugar de mantener las danzas tradicionales, la música u otros rituales, se convierten en clichés folclóricos y sólo se representan para los turistas. Se habla de una folclorización de la cultura.
Los problemas sociales se ocultan y se tapan, las manifestaciones están prohibidas, porque los turistas sólo quieren ver el lado bonito.
El turismo es un sector vulnerable que no ofrece estabilidad ni sostenibilidad. El virus Covid lo ha demostrado drásticamente: La Organización Mundial del Turismo estima que las llegadas de turistas internacionales a nivel global podrían haber disminuido entre un 58% y un 78% en 2020. Una nueva publicación de la CEPAL señala que este sector fue uno de los primeros en ser afectado por la crisis derivada del COVID-19 y será uno de los más golpeados en la región.
Según el informe, el turismo es un generador clave de divisas, ingresos y empleo en toda la región. En 2019 representó el 42% y el 10% de las exportaciones totales en el Caribe y en América Latina, respectivamente. La economía del turismo, que incluye tanto el turismo como todos los sectores que dependen de él, representó el 26% del PIB total en el Caribe y el 10% en América Latina. Además, abarcó el 35% del empleo en el Caribe y el 10% en América Latina.
Queremos contrarrestar esto y crear un recorrido por la cultura del recuerdo que invite tanto a los habitantes de Siloé a conocer su propia historia como a los visitantes de fuera. El objetivo es cuestionar un modelo de globalización que se ha vuelto anacrónico y ofrecer una caminata de memoria, porque la memoria es del pueblo, la memoria es un acto de resistencia y rebeldía desde el territorio.
Si quieres profundizar la información sobre las afectaciones del turismo en los barrios populares, te recomendamos este artículo sobre la Comuna 13 en Medellín.